En los “80” las cigüeñas se extinguían. En Africa las hambrunas empujaban a que se las comieran y de las que llegaban aquí, muchas no criaban a causa de los plaguicidas. Yo mismo me la jugué subiendo a varios campanarios de Plasencia a colocar nidos artificiales para atraerlas. Si pasa por Santa Ana aun puede verse en la espadaña nidos puestos por quien escribe. Yo mismo alimenté, crié y solté pollos que nos llegaban al centro de recuperación de fauna que por entonces dirigíamos. Las medidas tomadas a nivel estatal dieron fruto con rapidez, pasando de ser una especie en peligro a un azote para los campos y fauna. Hoy en día el cuento ha cambiado, siendo bien conocido el peligro de extinción en el que tanta cigüeña ha puesto a pequeños reptiles y batracios, llevándolos en muchas zonas a la total desaparición. Un escuadrón de cigüeñas cosechando es un ejercito de aniquilación para gazapos y lebratos, perdigones de perdiz y codorniz, huevos y nidos de todos aquellos pájaros que aniden en el suelo, ratones, topillos e insectos, pero también para ranas, sapos y culebrillas, sin distinguir claro si están en extinción o no. Desconozco como se debe actuar pero está claro que también las cigüeñas necesitan un control, me niego a asumir que vivo en un país donde las normas solo se cambian en un sentido. Aquí cualquiera “se tira al pino” cuando se plantea controlar buscando prioridades, un sinónimo de radicalización. Lo hemos visto con el urogallo, un animal que desaparece porque no hay “arrestos” para controlar quien lo depreda. La cigüeña no está en peligro, si actuamos en su momento para mejorar su población, ahora estamos obligados a actuar para controlarla.
Nos dice nuestro amigo Javier Sánchez Moreno : “Estas imágenes han sido tomada en las Vegas del Guadiana, en Badajoz capital. Como más o menos podrás apreciar la cigüeña lleva en el pico una lebrata”.
Viva la caza. Long life to hunting.