ESTELLER CAMPAÑA 23

“El corciu de Les Fuentes”...Junio del 98.


Rebuscando para dar los últimos retoques a mi primer libro, me topo con el relato de un corzo muy especial. Ahí se lo dejo.

Subir a Casu, si además es para cazar, se torna siempre experiencia vital para un casín cazador como yo. Añadirle vivir en la lejanía, a cientos de kilómetros, convirtió aquel corzo en uno muy especial. Atrás quedaron las dehesas amarillas, chamuscadas, de un mes de junio del 98, para encontrarme de repente inmerso en la rosada y el frescor de los "praos" de Les Lleres. Amanecía despacio comenzando a tomar forma les sebes y fresnos, les portielles y castañares. Repasaba en aquella mañana los párrafos del maestro, las letras del Conde de Yebes, enamorado de la especie que acababa por dejar claro, tras tanto ensayo y cacería, lo aventurero del tragabalas. Y es que pocas cosas aprende uno tan rápido, de esto de andar tras los corcios, que su falta de seriedad en lo de presentarse a las citas. Desespera uno con tanta impuntualidad hasta que descubrimos, precisamente, que ese es su encanto, que esa es su naturaleza, el mayor argumento de su defensa. Repasaba entre ese silencio obligado del cazador en la espera, que rompen a menudo marmates y grayos, el rifle elegido, la munición, a sabiendas de que la dureza de la pieza no suele representar mayor problema. Contrastaba en aquellos momentos el énfasis que debemos poner en la elección de todo aquello que sirva para ver, en su luminosidad, pues es a esas horas, donde casi no hay luz, cuando solemos encontrarnos con la oportunidad de jugarle el lance, cosa que esta vez no ocurrió…y fué subiendo el sol, y comenzaron a importunarnos las moscas, acabando con picadillo y huevos fritos en La Tropical. Tras una buena siesta de nuevo a Les Lleres y de nuevo para casa con la determinación de cambiar de cazadero al día siguiente. La ausencia de piezas consiguió sumir en la desesperación tanto a mi hermano como a Jose Luis, un guarda que en sus primeros pasos profesionales desconocía prácticamente la reserva. Y así fuimos barriendo del día a la noche cada prau y cada cuesta del Piqueru, sin ninguna resultado, hasta llegar a la tarde de la última jornada del permiso. Casualidades de la vida, no recuerdo como, acabamos encontrando al malogrado Pablito, un chaval alegre y aficionado al monte que no tardó ni un segundo en darnos razón ¿Que andaes, al corciu? ayer por la tarde salía un de lo de Les Fuentes de mío güelu “Liodoro”. A eso de las cinco de la tarde ya estábamos parapetados en el camino del riu de Abaxu. Coloqué la mochila sobre la muria que nos tapaba a la vista, ofreciéndonos la posición una panorámica de ladera a ladera, salpicada de praos, riegues y cierres de vivo. Y lo que son los corcios, lo aventurero de Yebes, no había pasado media hora, con el sol en lo alto, cuando la pieza dio la cara atravesando exactamente el mismu prau que nos dijo el nenu, tapado casi totalmente por la hierba alta de últimos de junio. Todo fue un instante, era macho y tenía alguna punta, pocos mas pude ver, no era momento de indecisiones. Nueve aumentos y a unos doscientos metros no dudé en tocar el pelo. Desde los Fueos a la Carasca fue rebotando el eco del .270 Weath, llevándose con él el corciu de Les Fuentes, un corciu trabajado hasta el ultimo momento, un trofeo sorprendente que mas parecía un sueño, sumido de nuevo entre las encinas y el pasto amarillo, chamuscado, de una dehesa extremeña de finales de junio 98.
Viva la caza. Long life to hunting.

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