ESTELLER CAMPAÑA 23

“El fantasma oscuro”.


Menos mal que hice la pregunta antes de que se fuese Miguel de la Cruz.
- ¿Puedo tirar zorro?
- Si si claro, además, zorros vas a ver alguno seguro porque hay muchos. – decía Miguel mientras se marchaba hacia su postura.
A escasas dos horas de estar inmóvil, amparado por una pequeña encina y cuando las luces del lubricán bañaban los llanos de la Sierra Norte de Sevilla, vi como una pequeña sombra oscura alargada andurreaba a unos ochenta o cien metros de donde me encontraba.
Su paso era lento pero firme. Me di cuenta que seguramente seguía su itinerario y que no pararía a cambiar su rumbo hacia mí, por lo que, con pocas esperanzas de que me brindara mi primer lance con arco, decidí tomármelo con tranquilidad y asegurar “por si acaso”.
Me paré a pensar: “Tengo una punta mecánica bastante grande para el zorro, voy a cambiarla”. Con parsimonia, pero con nervios, quité la flecha jabatera que alimentaba mi arco y saqué una flecha de mi Carcaj con una punta bastante efectiva para zorros.
Aquí me gustaría hacer un paréntesis y remitirme a la ley en Andalucía sobre reclamos, que cita lo siguiente: “Emplear y portar reclamos o cimbeles de especies no cinegéticas vivas o naturalizadas, o cualquier reclamo vivo cegado o mutilado, así como los eléctricos, incluidas la reproducción de grabaciones procedentes de teléfonos móviles, o mecánicos, a excepción de los reclamos manuales accionados por aire de tipo fuelle o pito para las modalidades de caza menor en puestos fijos”.
Por ello, doy las gracias a mi amigo Juan Pedro, de Pozo Lorente, que me enseñó el arte de hacer la chilla solamente utilizando la mano y la boca, sin ninguna herramienta ni reclamo ilegal de los que se incluye en la prohibición de la ley anterior, haciéndome aprender lo que yo considero un arte: el conseguir atraer un animal sin utilizar nada creado por el hombre.
Ni me levanté de la silla, simplemente probé, a ver qué pasaba. Al primer chillido vi entre las ramas como se paraba, miraba hacia donde estaba yo y ponía rumbo a galope. Se me salía el corazón por la boca.
Mi respiración ya se entrecortaba y mi mente intentaba calmarla mientras lentamente me levantaba para tener opción de tiro hacia ese lado. Estoy seguro de que me veía, pero no tenía claro lo que yo era, por eso, se paró a unos treinta metros, y yo, compuesto ya completamente, antes de que pudiese extrañarse demasiado como para huir volví a chillarle.
"Como no abra el arco rápido se me encaja a un metro y me ve." pensé.
Rápidamente, quité la mano de la boca, agarré el loop con el disparador y tiré hacia atrás más con los nervios que con los músculos escapulares. Mientras, el zorro galopaba hacía mí.
Llego entre cinco y diez metros. Se para, empina las orejas y me mira. Alineo bien el peep con el visor y apunto un poco bajo con el primer pin mientras, en milésimas pienso:
- Me cago en... lo voy a tener que tirar de frente que si no va a salir corrien….- ¡ZIIPUM!. No me dio tiempo a acabar de pensar, el instinto lanzó la flecha por mí.
No se movió. No sufrió lo más mínimo. El monte siguió en silencio. Fue una extraña sensación, esa de abatir al animal y que el estruendo de un arma no rompiera la calma del bosque que anuncia la entrega de la vida del animal. Algo que solo los arqueros podrán saber a lo que me refiero.
Al acercarme me llevé la sorpresa, no me había dado cuenta antes, pensé que la oscuridad de esa sombra se debía a la caída de la tarde, pero no, era un zorro negro como un tizón, un animal único que, sin menospreciar a ninguna pieza de las que he cazado antes, me de brindó el lance más espectacular de mi vida y me regaló la peculiaridad y singularidad de su pelaje”.
Ahí le dejo el lance a un zorro negro narrado por nuestro amigo Jose Mari.
Enhorabuena amigo.
Viva la caza. Long life to hunting.

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