...me dijo Diego después de estar en el puesto y ponerle cerca para que lo disfrutara sabiendo que podía pasar lo que pasó. Nos pasaron las guarras con los rayones a 10 metros. El aire venía espectacular. Pasaron por su vereda y la última se quedó quieta y miró hacia adelante. Mi hijo comiéndose el bocata se quedó inmóvil como yo. Cuando empezó a andar respiramos, nos miramos y nos hechamos a reír. Le dije: shhhhhh, pueden venír más. A los 15 minutos entraron más y más y así hasta las 10 de la noche. Luego prepararme, avisar a mi hijo para que se tapase los oídos y después de preguntarme 1000 veces: ¿Ya Mami, ya vas a tirar? no, no, no, ahora Diego...pummmm ¿La has visto encogerse? le pregunté, contestándome que sí. Pero al ir a buscarlo no está, solo hay trocitos de carne que Diego encuentra. Un raspón hijo, la fallamos, hoy no quitamos daños. Su contestación fue: Mamá yo mañana vengo a buscarla por si acaso. Después de todo esto y de esas 4 horas de espera es un orgullo que tu hijo lo vea de esta manera”, nos cuenta nuestra amiga Arantxa . Así debe ser . El respeto por la pieza es una norma de obligado cumplimiento para cualquier cazardorque Diego está claro que siente ya. Enhorabuena por esa educación, Viva la caza. Long life to hunting.