Ayer eché la tarde de botas y vara, en esa ya obligada visita a las mayadas familiares. Ahí atrás, al lado de la perra, las ruinas de la cabaña de mi familia, Bolenga. Imagínese, hasta aquí subían todos los días a por la leche. Tras ordeñar las vacas soltaban a los terneros para que mamaran lo que sobraba. Y entre tanto, mientras los terneros estaban a lo suyo, ellos aprovechaban para hacer madreñas, ese calzado de madera tan típico de Asturias. Mal vestidos, mal calzados, mal comidos y cargados como animales...vaya vida, estamos como para quejarnos.
Viva la caza. Long life to hunting.